Había una vez una liebre orgullosa y veloz llamada Leo y una tortuga decidida y constante llamada Terry. Leo siempre se burlaba de Terry por su lentitud, lo que hacía que la tortuga se sintiera insegura. Un día, Terry desafió a Leo a una carrera. La liebre, confiada en su velocidad, aceptó con una risa burlona.
La carrera comenzó con Leo corriendo a toda velocidad, dejando a Terry atrás. Pero pronto, la liebre se sintió confiada y se detuvo para descansar bajo un árbol. Mientras tanto, Terry continuó avanzando paso a paso, sin rendirse. Leo se despertó después de una larga siesta solo para darse cuenta de que Terry estaba a punto de cruzar la línea de meta.
Con un esfuerzo desesperado, Leo corrió hacia Terry, pero ya era demasiado tarde. La tortuga había ganado la carrera. Leo quedó en shock y se dio cuenta de que su arrogancia le había costado la victoria. Desde ese día, Leo aprendió a respetar y valorar la perseverancia de Terry.
Esta historia nos enseña que la rapidez no siempre garantiza el éxito, y que la constancia y la determinación son cualidades valiosas en la vida. A veces, la tortuga puede ganar la carrera, recordándonos que la humildad y la paciencia son virtudes importantes.